Enfrentarse a la pérdida de un ser querido puede representar uno de los eventos más impactantes del ser humano ya que se pone en riesgo el equilibrio emocional de quien vive dicho proceso.
En estas líneas me limitaré a escribir sobre los duelos que se dan por la pérdida física (muerte) o emocional de un ser querido (producto de una separación amorosa, divorcio, cambio de residencia, etc.)
Es importante recalcar que la magnitud del duelo no se determina por el parentesco de la persona perdida, sino por el valor que a ese vínculo se le atribuía. Bajo este contexto, podemos decir que se ha llegado a la aceptación de la pérdida cuando la persona que la vive, deja de recordar a ese ser querido con dolor y aprende a vivir sin él/ella.
Este proceso se caracteriza por las etapas que se presentan en él, mismas que han sido escritas por Elizabeth Kübler-Ross en su libro “Sobre la Muerte y los Moribundos” y serán descritas brevemente a continuación, sin dar por hecho que se deben dar en el riguroso orden en el que se enlistan y teniendo en cuenta que de una etapa a otra puede haber fluctuaciones, avances y retrocesos e incluso, cuando se ha tenido un duelo anticipado, puede omitirse alguna de ellas.
- Negación: Se presenta en el momento de recibir la noticia y consiste en el rechazo hacia el evento que está aconteciendo, es una reacción natural de todo ser humano que corresponde a un mecanismo de defensa contra aquello que no estamos preparados a afrontar de forma inmediata. Se pueden tener periodos cortos de cuestionamiento de la realidad que acontece y esto manifestarse con expresiones como: “Esto debe ser una pesadilla, no puede estar pasando” “Al rato me va a marcar”, característicos del shock emocional que se vive. Esta reacción tiene como función proteger nuestra integridad, dando tiempo para poder asimilar la noticia; se pueden tener periodos cortos de cuestionamiento de la realidad, es decir, a la persona le cuesta trabajo creer que “eso” esté pasando. Cabe recalcar que si la persona no logra salir de esta etapa, podría no alcanzar a resolver el proceso de duelo y esto sería perjudicial para poder enfrentar la pérdida y continuar.
- Ira: Este sentimiento puede hacerse presente en cualquiera de las etapas de la aceptación del duelo, sin embargo, durante la segunda etapa, la ira toma el papel protagónico y puede ser dirigida hacia la persona que ha fallecido, hacia familiares, amigos e incluso hacia personas extrañas u objetos inanimados. Frases como: “No es justo”, “¿Por qué ella/el?, ¿Por qué así?, pueden caracterizar esta etapa y es muy recomendable dejar que los dolientes expresen de forma abierta este sentimiento para dar pie a que el proceso de duelo se lleve a cabo sin represiones y como método de afrontamiento, la persona puede descargar estos reclamos e inconformidades escribiendo una carta en la que sea capaz de plasmar todos sus sentimientos o ya sea practicar algún tipo de actividad física que permita la sublimación de la ira.
- Negociación: En ocasiones se quisiera intentar hacer un pacto con un tercero (un sacerdote, el médico tratante, alguna deidad, etc.) que impida perder la condición que se prevé con antelación. Esto puede ejemplificarse con frases como: “Dios, te juro que si dejas que él (ella) viva, yo voy a…”. Así mismo, habrá casos en los que quede el deseo de volver el tiempo atrás para recuperar la vida que se tenía antes de la pérdida.
- Depresión: Durante esta etapa la persona que vive el proceso suele experimentar el rechazo a socializar ya que el aislamiento toma un papel protagónico. En ocasiones puede resultar complicado el despertar cada día y dar inicio a la rutina que se tenía previamente establecida. Todo este sentir es un indicador de que la persona está aceptando la situación presente aunque traiga consigo un profundo sentimiento de vacío y dolor. Es en esta etapa en la que el sobreviviente puede darse la oportunidad de percatarse qué tanto dependía de las necesidades personales del fallecido para poder resignificar su vida.
- Aceptación: Es la última etapa del proceso de duelo, en ella, la persona ha aprendido a lidiar con el dolor que implicó la pérdida y es capaz de retomar su vida con los cambios que tuvieron que ser implementados. Comúnmente se da una reestructuración en la dinámica social, familiar o la que haya sido impactada por la pérdida. Esta etapa alude a seguir adelante con la propia vida.
…El cuerpo físico no es más que una casa, un templo, como nosotros solemos llamarle, el “capullo de seda” en el que vivimos durante cierto tiempo hasta la transición que llamamos muerte, Cuando llega la muerte abandonamos el capullo de seda y somos libres como una mariposa… (Kübler-Ross, 2008)
Realizado por:
Lic. en Psic. Minerva Romero Rendón
Psicóloga, Clínica PAM
Referencias:
– Kübler-Ross, E. (1993), “Sobre la Muerte y los Moribundos”. Editorial Grijalbo, Barcelona. pp. 196-421
– Kübler-Ross, E. (2008), “La muerte: un amanecer”. Editorial Luciérnaga, España. pp. 21